Después del nacimiento, todos pasamos por un proceso de aprendizaje. Un proceso que continúa desde la infancia hasta la etapa adulta e incluso la vejez. Los años de la infancia son muy importantes para cualquier persona. Lo bueno o malo que suceda durante esos años impactará de una forma muy importante su futuro.
El crecimiento físico, emocional y espiritual es necesario en cada persona y debe ser gradual. La Biblia nos muestra algunos ejemplos de esto.
Samuel es un ejemplo de una infancia difícil. Desde muy pequeño, su madre lo llevó con el sacerdote Elí, cumpliendo la promesa que había hecho a Dios. Ana cumplió su promesa a Dios, aun si implicaba alejarse de su primer hijo. No debió ser una situación fácil para Ana, mucho menos para Samuel. Pero Dios nunca se apartó de su vida. Dios no solamente lo vio crecer, sino que lo instruyó personalmente con su voz audible para darle un propósito especial.
Muchas personas atraviesan una infancia difícil, una infancia que ha dejado secuelas emocionales difícil de superar. Sin embargo, la historia de Samuel nos enseña que Dios mismo tiene cuidado de sus hijos e hijas, y Él se revela a ellos de formas especiales.
Por otro lado, y muchos años después, vemos que Jesús creció como un niño normal, en estatura y conocimiento, pero también también creció siendo el Hijo de Dios, con un propósito de redención para el mundo. A los doce años, Jesús disfrutaba estar en el templo hablando sobre «los asuntos de su Padre».
Una vez más, Dios nos demuestra que para cumplir Su propósito no tenemos que esperar hasta la edad adulta; Él es quien nos instruye para crecer en el conocimiento de la Palabra desde cualquier edad.
Timoteo es un claro ejemplo de alguien que creció y maduró en el área espiritual, gracias a la mentoría de Pablo. Timoteo era un pastor joven, dispuesto a escuchar consejos para su crecimiento y madurez.
La madurez espiritual es un proceso que todos debemos pasar. Crecer en la fe no depende de ninguna edad en especial, es un crecimiento que se lleva a cabo en el corazón y Dios es el único que puede verlo completamente. Él es quien nos alienta y nos habla para conocer su corazón.
Si ya conoces de Dios, si ya lo has aceptado como tu Salvador, entonces es momento de crecer en amor, en fe, en el servicio a Dios. El camino de Dios es un recorrido en el que día a día debemos crecer, conociendo a Dios cada vez más, amando a nuestro prójimo con más fuerza, sirviendo cada día con más pasión.
Si crees que te has estancado en tu caminar con Dios, pídele que renueve tus fuerzas y te atraiga hacia Él con lazos de amor. Un cristiano que no crece no es un cristiano saludable. Si creemos en Dios y le seguimos, dispongámonos a crecer en gracia delante de Él y de todos los que nos rodean.
* Adaptado del libro: "Un Capítulo a la Vez", Karen Arlene Reséndiz.
De venta en www.karenarlene.com
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